sábado, 19 de octubre de 2013
viernes, 11 de octubre de 2013
Ser hablados por el fútbol. Con el Patón Guzmán, Kurt Lutman, Guille Formica, Cristian Colusso, Martín Llull y Yuri.
En el instante previo al momento de comenzar a dar
rienda suelta a este escrito, es decir, al puntapié inicial, me pregunté desde
qué lugar me posicionaría para poder decir algo en relación al fútbol. Si lo
haría como estudiante de Psicología desde un discurso académico; o como
analista en formación desde las ideas de Freud y Lacan; o tal vez, como una de
las pocas cosas que creo que más o menos me sale bien, a saber, como hincha de
fútbol.
El hecho de haber nacido en
Rosario, más la particularidad de haber crecido junto a un padre extremadamente
apasionado por el fútbol y formar parte de un grupo de Amigos bien bien
futbolero, me llevó a ubicarme en aquella última posición que nombré, donde a
decir verdad, me siento muy a gusto.
Vuelvo a Rosario. Los
inagotables testimonios que nos llegan por parte de periodistas, viajantes y
futbolistas que han desembarcado en nuestras orillas para vivir de cerca la
experiencia local y que posteriormente han regresado a sus fincas, nos
anotician que por estas tierras se da un fenómeno único en el vasto territorio
nacional. Fenómeno tal definido literalmente como “la forma apasionada e
intensa en la que se vive y se respira fútbol”.
¿Qué querrán decir con esas
palabras?
En contraposición a la
doctrina freudiana que en la primera tópica ubica al principio de constancia
como regulador del aparato psíquico y que en sus reformulaciones posteriores de
1920, ubica un más allá del principio placer, me atrevo a afirmar que en esta
ciudad para los amantes del balompié, el único regulador anímico, termómetro
del alma, productor de homeostasis mental, es ni más ni menos que el resultado
del domingo.
Pienso en un ejemplo y ya
que estamos hablando de pasión, me referiré a un matrimonio de adultos, más
específicamente a la conducta del hombre en relación a dicho resultado. Hay
tres situaciones posibles: la derrota, el empate y la victoria.
Entonces digo, si el equipo
de este hombre cae derrotado, esa misma noche cenará en su casa con el
televisor apagado y en el ambiente reinarán el silencio y la tensión y, además,
estará totalmente prohibido hacer mención alguna a la cara de culo de este buen
hombre como también se aconseja a la mujer de la casa evitar afirmaciones como
“Seguro que tenés esa cara porque perdieron” o “No te hagas problema que ya van
a volver a ganar”. De más está decir que esa noche, por supuesto, no habrá sexo.
La cosa cambia un poco de
color si su equipo empata. Todo depende de cómo se haya desarrollado el score.
Si el equipo que obtuvo el empate es el de nuestro hombre, seguramente esa
noche pedirán comida a una rotisería. Un pollo al chimichurri con papas se me
ocurre. Pues bien, si es a su equipo a quien lo han empatado ya estamos
hablando en otros términos. Es más, si este empate ha sido alcanzado en tiempo
de descuento esto será vivenciado angustiosamente como una cruda derrota.
Tampoco habrá sexo esa noche.
Ahora bien, si el equipo ha
conseguido el triunfo, este humilde y trabajador hombre gozará de una felicidad
inexplicable durante los próximos siete días. Es más, si esta victoria ha sido
decorada con una goleada, ese plus de goce, nuestro amigo invitará a su señora
a comer una parrillada en zona sur con vino de la casa y agua nerviosa. Luego
darán algunas vueltas en auto, posiblemente un heladito por ahí y, por
supuesto, esa noche, SI habrá sexo.
Es que es así la forma en
la que vivimos, sentimos y respiramos fútbol, porque, a fin de cuentas, ESO es
lo que nos sale del alma: En la oficina, arriba del 153 junto el chofer, en la
escuela, facultad o en un café nos la pasamos hablando de fútbol. Hablamos y
hablamos. Ojo. No somos los únicos. Otros también se ocupan de él: periodistas,
estadistas, políticos y hasta el mismísimo Papa, que para colmo ahora es
argentino e hincha de San Lorenzo, el “Santo”. Qué casualidad.
Entonces, digo, hablamos de
fútbol pero a su vez, somos hablados por el fútbol ¿De qué forma? ¿Acaso existe
solo una forma?
Algunos sectores que
concentran poder intentan imponer su receta como la única, y vaya que han hecho
estragos.
Eduardo Galeano, charrúa de
ley e hincha ferviente de Nacional, nos dice en su libro “El fútbol a Sol y
Sombra”:
“La historia de fútbol es un triste viaje del placer al deber. A medida que el deporte se ha hecho industria, ha ido desterrando la belleza que nace de la alegría de jugar porque sí. En este mundo del fin de siglo, el fútbol profesional condena lo que es inútil, y es inútil lo que no es rentable. A nadie da de ganar esa locura que hace que el hombre sea niño por un rato, jugando como juega el niño con el globo y como juega el gato con el ovillo de lana: bailarín que danza con una pelota leve como el globo que se va al aire y ese ovillo que rueda, jugando sin saber que juega, sin motivo y sin reloj y sin juez.”
Gracias a Dios, pero no el
Dios del cristianismo, nuestro propio D10S, el Diego, existen otras formas de
ser hablados por el fútbol, que lo colocan a uno ya no en una posición de
“hablar de”, sino más bien, de hacer hablar al fútbol.
En nuestra historia los
ejemplos abundan. Enumero algunos.
Rattín, histórico crack de
Boca Juniors, profanó la alfombra roja de la reina de Inglaterra en el mundial del
´66. Sentado plácidamente sobre dicha alfombra, tuvo tiempo de estrujar el
banderín del córner que tenía la bandera de Gran Bretaña, mientras lo despedían
70.000 ingleses al grito de “animals, animals”, tal como los habían empezado a
llamar a los argentinos por esas tierras. O animarnos a decir que el Mundial de
fútbol organizado en nuestro propio país en el año 1978 fue utilizado como
instrumento distractor de un pueblo, que desvió su atención de la realidad
terrorífica que se vivía por aquellos días. Muestra de ello es nombrar que a
600 metros del Estadio Monumental de River Plate donde se disputaba la final, se
encontraba uno de los ex-centros de detención clandestina ubicado en la
entonces Escuela Mecánica de la Armada, donde los gritos de gol de las multitudes
silenciaban los gritos de dolor de los compañeros torturados, asesinados y
desaparecidos ¿O qué decir, también, de Hans Jorritsma, defensor de aquel
plantel holandés rival de la selección argentina en la final que se negó a
recibir su premio de las manos del genocida Jorge Rafael Videla? Este gesto le
costó una sanción por parte de la federación holandesa de fútbol que le
significó no volver a jugar nunca más con su seleccionado. Algo similar realizó
el arquero de Suecia, Ronnie Hellström, quien acompañó a las Madres de Plaza de
Mayo en la ronda tradicional de los días jueves en vez de asistir a la
ceremonia de inauguración.
Y sigo: Mauro Javier Amato jugando
para Atlético de Tucumán allá por 1998 hizo un gol en un clásico y se quitó la
remera exhibiendo otra cuya leyenda afirmaba “AGUANTE LAS MADRES DE PLAZA DE
MAYO”. Vale destacar que en aquel momento la provincia de Tucumán era gobernada
por el dictador Bussi, lo cual le costó meses y meses de amenazas. En esa misma
dirección Kurt Lutman celebró un gol en plena dictadura institucional de
Eduardo J. López con una casaca pintada a mano que rezaba: “CÁRCEL A VIDELA Y A
TODOS LOS MILICOS ASESINOS”. En esa serie ubicamos la militancia política de un
puñado de jugadores por recuperar el patrimonio y revertir la decadencia
institucional de los clubes de sus amores. Las islas Malvinas y los pañuelos de
las Madres estampados en el buzo del “Patón”, el torneo inicial que lleva el
nombre “Nietos recuperados” y la lista que es interminable.
Entendemos al fútbol como
un discurso social enraizado en la cultura argentina que nos atraviesa. A su
vez es una práctica social que hace anclaje en lo territorial no sin causar
efectos. Productor de lazo social y generador de identidad cultural.
Ese es el partido que
queremos jugar, ese “Otro fútbol[i]”
es el que queremos revelar ¿Cómo pensamos hacerlo? A través de la vía del
relato, de las anécdotas, las experiencias y los recorridos que han y vienen
realizando quienes hoy se encuentran aquí presentes. Porque como dijo el Diego “la
pelota … LA PELOTA NO SE MANCHA”.
[i] “El Otro
Fútbol” es el nombre de la película de Federico Peretti que recomiendo
fervientemente que la vean.
lunes, 7 de octubre de 2013
Ciclo: Memoria, identidad cultural y violencia en el fútbol.
Si ensayamos una juntura entre la historia del fútbol y la historia de nuestro país, vamos a encontrar que en ocasiones, la escena del fútbol ha servido para visibilizar las contradicciones jugadas en las redes de poder de esta última.
Rattín -histórico crack de Boca Juniors- profanando la alfombra roja de la reina de Inglaterra en el mundial ´66, algunos años antes de que Dardo Cabo aterrizara un avión secuestrado en Malvinas poniendo la bandera Argentina en el territorio usurpado por los ingleses. Sentado plácidamente sobre la alfombra roja de la reina Isabel de Inglaterra, que se extendía desde la cancha al palco real, tuvo tiempo de estrujar el banderín del córner, que tenía la bandera de Gran Bretaña, mientras lo despedían 70.000 ingleses al grito de “animals, animals”, tal como los habían empezado a llamar a los argentinos por esas tierras.
Año ´82, el equipo campeón del ´78, más el refuerzo del Diego, descubre en España las mentiras propagadas por la dictadura militar respecto a cómo acontecía la Guerra de Malvinas. Los cuerpos pagan el costo de una política. Cuatro años después, un decálogo de simbología maradoniana: la mano de dios y el mejor gol de la historia de los mundiales.
¿Alguien puede despegar estos acontecimientos, efectuados desde el contacto con un balón de fútbol, perpetrados a través de la destreza de alguien que desde los suburbios, desde el aura de los postergados, se carga encima la historia de un país para invertir la dirección de la humillación, para hacer sentir que bajo una casaca transpirada reside algo, un tufillo de dignidad que se politiza en un grito que hace comunidad por unos segundos? -pero qué distinta sería la vida sin esos segundos, qué distinto se contarían las cosas sin ese toque de pasión, de irracionalidad, sin el instante en el que la red tensionada se trastorna de su propia imagen cristalizada. Decíamos… ¿Alguien puede despegar estos acontecimientos de nuestra Historia nacional?
Decimos que el fútbol es importante más allá de lo que nombramos como “fútbol profesional”. Ningún relevamiento respecto a lo que implicaron los lugares públicos de nuestra ciudad podría omitir la historia de los potreros y su disolución. Aquí enlazamos una vez más el barro y la Historia.
Además el “para todos” del fútbol depende de la política de los Gobiernos, sino lo público se transforma en “ver sólo al público”. Pero señalamos algo: hay una violencia, una desmesura cubierta con residuos de marketing político, que encuentra su escenario en el fútbol. Que se hace ver allí. ¿No es acaso un analizador de la ciudad que haya sido imposible jugar los últimos clásicos pautados? ¿Y esa violencia, no nos genera preguntas?
El fútbol fue una de las pocas instituciones que, a su manera, resistió a los ´90, al menos, conservando
la masividad, lo populoso. A su vez, desde allí se repite la consabida frase de que sólo se trata de un negocio. Nadie niega este aspecto, pero reducir el fútbol a un negocio, y decirlo desde la Universidad sería tremenda hipocresía. La permeabilidad al mercado a través de la industria de los medicamentos en “lo universitario” acumula puntos en el PBI nacional. El negocio del fútbol, en comparación, parece sólo una cuestión de monedas.
No desconocemos la complejidad, ni la permeabilidad a las estructuras del narcotráfico en algunas tribunas. Pero señalemos: no es algo obvio esto que sucede en el fútbol, razón que nos permite suspender los prejuicios en función de relanzar las preguntas junto a los protagonistas y junto al público que asista, porque justamente, algo singular del fútbol, es que el protagonismo es de todos.
Participa: el “Patón” Guzman (NOB), “Chiri” Colusso (RC), Guille Formica (CC), Kurt Lutman (Nob)
Rattín -histórico crack de Boca Juniors- profanando la alfombra roja de la reina de Inglaterra en el mundial ´66, algunos años antes de que Dardo Cabo aterrizara un avión secuestrado en Malvinas poniendo la bandera Argentina en el territorio usurpado por los ingleses. Sentado plácidamente sobre la alfombra roja de la reina Isabel de Inglaterra, que se extendía desde la cancha al palco real, tuvo tiempo de estrujar el banderín del córner, que tenía la bandera de Gran Bretaña, mientras lo despedían 70.000 ingleses al grito de “animals, animals”, tal como los habían empezado a llamar a los argentinos por esas tierras.
Año ´82, el equipo campeón del ´78, más el refuerzo del Diego, descubre en España las mentiras propagadas por la dictadura militar respecto a cómo acontecía la Guerra de Malvinas. Los cuerpos pagan el costo de una política. Cuatro años después, un decálogo de simbología maradoniana: la mano de dios y el mejor gol de la historia de los mundiales.
¿Alguien puede despegar estos acontecimientos, efectuados desde el contacto con un balón de fútbol, perpetrados a través de la destreza de alguien que desde los suburbios, desde el aura de los postergados, se carga encima la historia de un país para invertir la dirección de la humillación, para hacer sentir que bajo una casaca transpirada reside algo, un tufillo de dignidad que se politiza en un grito que hace comunidad por unos segundos? -pero qué distinta sería la vida sin esos segundos, qué distinto se contarían las cosas sin ese toque de pasión, de irracionalidad, sin el instante en el que la red tensionada se trastorna de su propia imagen cristalizada. Decíamos… ¿Alguien puede despegar estos acontecimientos de nuestra Historia nacional?
Decimos que el fútbol es importante más allá de lo que nombramos como “fútbol profesional”. Ningún relevamiento respecto a lo que implicaron los lugares públicos de nuestra ciudad podría omitir la historia de los potreros y su disolución. Aquí enlazamos una vez más el barro y la Historia.
Además el “para todos” del fútbol depende de la política de los Gobiernos, sino lo público se transforma en “ver sólo al público”. Pero señalamos algo: hay una violencia, una desmesura cubierta con residuos de marketing político, que encuentra su escenario en el fútbol. Que se hace ver allí. ¿No es acaso un analizador de la ciudad que haya sido imposible jugar los últimos clásicos pautados? ¿Y esa violencia, no nos genera preguntas?
El fútbol fue una de las pocas instituciones que, a su manera, resistió a los ´90, al menos, conservando
la masividad, lo populoso. A su vez, desde allí se repite la consabida frase de que sólo se trata de un negocio. Nadie niega este aspecto, pero reducir el fútbol a un negocio, y decirlo desde la Universidad sería tremenda hipocresía. La permeabilidad al mercado a través de la industria de los medicamentos en “lo universitario” acumula puntos en el PBI nacional. El negocio del fútbol, en comparación, parece sólo una cuestión de monedas.
No desconocemos la complejidad, ni la permeabilidad a las estructuras del narcotráfico en algunas tribunas. Pero señalemos: no es algo obvio esto que sucede en el fútbol, razón que nos permite suspender los prejuicios en función de relanzar las preguntas junto a los protagonistas y junto al público que asista, porque justamente, algo singular del fútbol, es que el protagonismo es de todos.
Participa: el “Patón” Guzman (NOB), “Chiri” Colusso (RC), Guille Formica (CC), Kurt Lutman (Nob)
sábado, 5 de octubre de 2013
miércoles, 2 de octubre de 2013
Texto de la Masotta leído en la Jornada de Derechos Humanos Memoria y Presente.
¿Qué se precisa para homenajear a nuestros compañeros ausentes, aquellas vidas singulares, intransferibles: alumnos de la casa, psicólogos, militantes políticos, amigos, novios, hijos, padres?
¿Qué
es acaso un homenaje? ¿De qué se tratan las identidades políticas con las que
tanto hemos insistido? ¿Se trata de nuestra identidad? ¿Se trata de la de
ellos? O es que quizás hay una hiancia, un entre, un entre-nosotros. Íntimo. En
silencio.
Nuestros
compañeros pensaron en los que venían, y se imaginaron un mundo distinto. Y con
esa imagen, esa causa, se jugaron la vida.
Nosotros
nos criamos después de esa encrucijada, de esa vuelta que fue de derrota. Ante
el horror, ante el silencio.
¿Qué
bocas podían gritar tanto dolor?
Había
que caminar, circular alrededor de un simbolismo, de una plaza que encerraba
otras promesas para la Historia Argentina.
La
recepción primera fue cargada con todo ese horror. Un relato que comenzaba en
el '76, o en el '74, pero que dejaba por fuera toda la historia anterior. El
horror en una temporalidad exterior al tiempo, que hacía desaparecer palabras,
trozos de verdades que circulaban en un tejido social vapuleado, dañado por la
profundización de las mismas políticas neoliberales que implantaron con el
Golpe civiles y militares.
Erradicaciones
programadas, pero que no hicieron más que poner en marcha una memoria que no
olvida, ni perdona. ¿A quién? ¿Acaso alguien pidió perdón?
“El
límite de esta democracia es el terror”, dijo León Rozitchner a finales de los
'80.
En
esa época, Paco Urondo no fue incluido en el informe de la Conadep. Su
militancia contrastaba con la figura del desaparecido des-historizado, al que
se le borraba la identidad, tanto en lo personal como en lo concerniente a lo
político.
Si
bien estaba en juego proteger a los sobrevivientes de lo que no se sabía que
podía venir, lo que circuló como marca fue la teoría de los dos demonios,
diseminando el “por algo será” -propaganda oficial de la dictadura para promover
la delación en la ciudad.
Con
el antecedente de los Juicios a las juntas, llegaron las leyes de Obediencia
Debida y Punto Final. En los '90, los indultos. Compartir las calles con las
sombras. Alfredo Bravo y Miguel Etchecolatz en un programa de televisión. A la
par, los medios de comunicación cómplices de la dictadura manifestaban apoyar
las banderas de los DDHH.
Madres,
Abuelas, Hijos, nietos… los sobrevivientes, los ex presos, construyeron una
acumulación que tendió puentes generacionales e instó a la población a
participar contra el olvido y el silencio. Sin este testimonio, sin esta
militancia, la "verdad oficial” se habría impuesto.
Esta
acumulación permitió que a partir del año 2003
las leyes del olvido fueran depuestas bajo el gobierno de Néstor
Kirchner, quien desde su discurso inaugural en la presidencia, se reconoció
como miembro de la generación que hoy estamos homenajeando.
Esto
implicó un marco de legalidad vehiculizada a través de los juicios, lo que
generó condiciones para el retorno de una gestualidad simbólica: en el hecho de
bajar el cuadro de Videla, en la acción de recuperar los espacios que
testimoniaban lo sucedido, en el accionar de una política de la memoria en las
escuelas. Mientras que los familiares y los compañeros comenzaron a agregar
junto al nombre propio el ámbito de militancia en los recordatorios a las
víctimas del terrorismo de Estado.
Sería
impensado esto sin algo del desalojo del terror en nuestros cuerpos.
En
este período, los organismos de Derechos Humanos tuvieron y tienen un
protagonismo político por fuera del lugar de “museo viviente” que ciertos
discursos quisieron asignarles. Esto trajo costos.
El
retorno no fue sólo de las cosas positivas. La desaparición de Julio López, el
asesinato de Silvia Suppo, las constantes amenazas, las embestidas a las Madres
y a las Abuelas. El retorno de una memoria que reintroduce la teoría de los dos
demonios en el campo de lo mediático, recuperando aquello que diseminaron en la
sociedad argentina a partir de las publicaciones oficiales y anónimas de
aquellos nefastos años.
Combates
por la memoria. Tiempo donde convergen retornos distintos. Donde los lenguajes
coagulados ayudan a que se cierren los oídos, cuando más que nunca es necesario
que estos se abran. Porque el sentido de aquellos años está en el centro de la
disputa actual por el modelo de país.
Antes
del horror existió un modo de construcción en lo sindical, en lo territorial, y
en la universidad, una acumulación crítica, un modo de praxis política, que aún
permanece en reserva. Que aún nos interpela.
Homenajeamos
la vida de nuestros compañeros, porque los reconocemos… los reconocemos en una
proeza que no queremos que quede en la nada…
Creemos
que reivindicar el lugar de militantes políticos de los compañeros es recuperar
la voluntad transformadora de toda una generación y proyectarla en nuestro
futuro.
Para
cerrar queremos leerles el poema “Otra Cosa” de Francisco Urondo:
Queridos
hijitos, su papá poco sabe de ustedes
y
sufre por esto. Quiere ofrecer un destino
luminoso
y alegre, pero no es todo
y
ustedes saben:
las
sombras,
las
sombras,
las
sombras,
las
sombras,
me
molestan y no las puedo tolerar.
Hijitos
míos, no hay que ponerse tristes
por
cada triste despedida:
todas
lo son, es sabido,
porque
hay otra partida, otra cosa,
digamos,
donde
nada,
nada
está
resuelto.
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