viernes, 11 de octubre de 2013

Ser hablados por el fútbol. Con el Patón Guzmán, Kurt Lutman, Guille Formica, Cristian Colusso, Martín Llull y Yuri.

Por Cátedra Libre Oscar Masotta

En el instante previo al momento de comenzar a dar rienda suelta a este escrito, es decir, al puntapié inicial, me pregunté desde qué lugar me posicionaría para poder decir algo en relación al fútbol. Si lo haría como estudiante de Psicología desde un discurso académico; o como analista en formación desde las ideas de Freud y Lacan; o tal vez, como una de las pocas cosas que creo que más o menos me sale bien, a saber, como hincha de fútbol. 

El hecho de haber nacido en Rosario, más la particularidad de haber crecido junto a un padre extremadamente apasionado por el fútbol y formar parte de un grupo de Amigos bien bien futbolero, me llevó a ubicarme en aquella última posición que nombré, donde a decir verdad, me siento muy a gusto.

Vuelvo a Rosario. Los inagotables testimonios que nos llegan por parte de periodistas, viajantes y futbolistas que han desembarcado en nuestras orillas para vivir de cerca la experiencia local y que posteriormente han regresado a sus fincas, nos anotician que por estas tierras se da un fenómeno único en el vasto territorio nacional. Fenómeno tal definido literalmente como “la forma apasionada e intensa en la que se vive y se respira fútbol”.

¿Qué querrán decir con esas palabras?
En contraposición a la doctrina freudiana que en la primera tópica ubica al principio de constancia como regulador del aparato psíquico y que en sus reformulaciones posteriores de 1920, ubica un más allá del principio placer, me atrevo a afirmar que en esta ciudad para los amantes del balompié, el único regulador anímico, termómetro del alma, productor de homeostasis mental, es ni más ni menos que el resultado del domingo.

Pienso en un ejemplo y ya que estamos hablando de pasión, me referiré a un matrimonio de adultos, más específicamente a la conducta del hombre en relación a dicho resultado. Hay tres situaciones posibles: la derrota, el empate y la victoria.
Entonces digo, si el equipo de este hombre cae derrotado, esa misma noche cenará en su casa con el televisor apagado y en el ambiente reinarán el silencio y la tensión y, además, estará totalmente prohibido hacer mención alguna a la cara de culo de este buen hombre como también se aconseja a la mujer de la casa evitar afirmaciones como “Seguro que tenés esa cara porque perdieron” o “No te hagas problema que ya van a volver a ganar”. De más está decir que esa noche, por supuesto, no habrá sexo.

La cosa cambia un poco de color si su equipo empata. Todo depende de cómo se haya desarrollado el score. Si el equipo que obtuvo el empate es el de nuestro hombre, seguramente esa noche pedirán comida a una rotisería. Un pollo al chimichurri con papas se me ocurre. Pues bien, si es a su equipo a quien lo han empatado ya estamos hablando en otros términos. Es más, si este empate ha sido alcanzado en tiempo de descuento esto será vivenciado angustiosamente como una cruda derrota. Tampoco habrá sexo esa noche.

Ahora bien, si el equipo ha conseguido el triunfo, este humilde y trabajador hombre gozará de una felicidad inexplicable durante los próximos siete días. Es más, si esta victoria ha sido decorada con una goleada, ese plus de goce, nuestro amigo invitará a su señora a comer una parrillada en zona sur con vino de la casa y agua nerviosa. Luego darán algunas vueltas en auto, posiblemente un heladito por ahí y, por supuesto, esa noche, SI habrá sexo.

Es que es así la forma en la que vivimos, sentimos y respiramos fútbol, porque, a fin de cuentas, ESO es lo que nos sale del alma: En la oficina, arriba del 153 junto el chofer, en la escuela, facultad o en un café nos la pasamos hablando de fútbol. Hablamos y hablamos. Ojo. No somos los únicos. Otros también se ocupan de él: periodistas, estadistas, políticos y hasta el mismísimo Papa, que para colmo ahora es argentino e hincha de San Lorenzo, el “Santo”. Qué casualidad.
Entonces, digo, hablamos de fútbol pero a su vez, somos hablados por el fútbol ¿De qué forma? ¿Acaso existe solo una forma?

Algunos sectores que concentran poder intentan imponer su receta como la única, y vaya que han hecho estragos.

Eduardo Galeano, charrúa de ley e hincha ferviente de Nacional, nos dice en su libro “El fútbol a Sol y Sombra”:

“La historia de fútbol es un triste viaje del placer al deber. A medida que el deporte se ha hecho industria, ha ido desterrando la belleza que nace de la alegría de jugar porque sí. En este mundo del fin de siglo, el fútbol profesional condena lo que es inútil, y es inútil lo que no es rentable. A nadie da de ganar esa locura que hace que el hombre sea niño por un rato, jugando como juega el niño con el globo y como juega el gato con el ovillo de lana: bailarín que danza con una pelota leve como el globo que se va al aire y ese ovillo que rueda, jugando sin saber que juega, sin motivo y sin reloj y sin juez.”
Gracias a Dios, pero no el Dios del cristianismo, nuestro propio D10S, el Diego, existen otras formas de ser hablados por el fútbol, que lo colocan a uno ya no en una posición de “hablar de”, sino más bien, de hacer hablar al fútbol.

En nuestra historia los ejemplos abundan. Enumero algunos.

Rattín, histórico crack de Boca Juniors, profanó la alfombra roja de la reina de Inglaterra en el mundial del ´66. Sentado plácidamente sobre dicha alfombra, tuvo tiempo de estrujar el banderín del córner que tenía la bandera de Gran Bretaña, mientras lo despedían 70.000 ingleses al grito de “animals, animals”, tal como los habían empezado a llamar a los argentinos por esas tierras. O animarnos a decir que el Mundial de fútbol organizado en nuestro propio país en el año 1978 fue utilizado como instrumento distractor de un pueblo, que desvió su atención de la realidad terrorífica que se vivía por aquellos días. Muestra de ello es nombrar que a 600 metros del Estadio Monumental de River Plate donde se disputaba la final, se encontraba uno de los ex-centros de detención clandestina ubicado en la entonces Escuela Mecánica de la Armada, donde los gritos de gol de las multitudes silenciaban los gritos de dolor de los compañeros torturados, asesinados y desaparecidos ¿O qué decir, también, de Hans Jorritsma, defensor de aquel plantel holandés rival de la selección argentina en la final que se negó a recibir su premio de las manos del genocida Jorge Rafael Videla? Este gesto le costó una sanción por parte de la federación holandesa de fútbol que le significó no volver a jugar nunca más con su seleccionado. Algo similar realizó el arquero de Suecia, Ronnie Hellström, quien acompañó a las Madres de Plaza de Mayo en la ronda tradicional de los días jueves en vez de asistir a la ceremonia de inauguración.

Y sigo: Mauro Javier Amato jugando para Atlético de Tucumán allá por 1998 hizo un gol en un clásico y se quitó la remera exhibiendo otra cuya leyenda afirmaba “AGUANTE LAS MADRES DE PLAZA DE MAYO”. Vale destacar que en aquel momento la provincia de Tucumán era gobernada por el dictador Bussi, lo cual le costó meses y meses de amenazas. En esa misma dirección Kurt Lutman celebró un gol en plena dictadura institucional de Eduardo J. López con una casaca pintada a mano que rezaba: “CÁRCEL A VIDELA Y A TODOS LOS MILICOS ASESINOS”. En esa serie ubicamos la militancia política de un puñado de jugadores por recuperar el patrimonio y revertir la decadencia institucional de los clubes de sus amores. Las islas Malvinas y los pañuelos de las Madres estampados en el buzo del “Patón”, el torneo inicial que lleva el nombre “Nietos recuperados” y la lista que es interminable.
Entendemos al fútbol como un discurso social enraizado en la cultura argentina que nos atraviesa. A su vez es una práctica social que hace anclaje en lo territorial no sin causar efectos. Productor de lazo social y generador de identidad cultural.
Ese es el partido que queremos jugar, ese “Otro fútbol[i]” es el que queremos revelar ¿Cómo pensamos hacerlo? A través de la vía del relato, de las anécdotas, las experiencias y los recorridos que han y vienen realizando quienes hoy se encuentran aquí presentes. Porque como dijo el Diego “la pelota … LA PELOTA NO SE MANCHA”.





[i] “El Otro Fútbol” es el nombre de la película de Federico Peretti que recomiendo fervientemente que la vean.

lunes, 7 de octubre de 2013

Ciclo: Memoria, identidad cultural y violencia en el fútbol.

Si ensayamos una juntura entre la historia del fútbol y la historia de nuestro país, vamos a encontrar que en ocasiones, la escena del fútbol ha servido para visibilizar las contradicciones jugadas en las redes de poder de esta última.

 Rattín -histórico crack de Boca Juniors- profanando la alfombra roja de la reina de Inglaterra en el mundial ´66, algunos años antes de que Dardo Cabo aterrizara un avión secuestrado en Malvinas poniendo la bandera Argentina en el territorio usurpado por los ingleses. Sentado plácidamente sobre la alfombra roja de la reina Isabel de Inglaterra, que se extendía desde la cancha al palco real, tuvo tiempo de estrujar el banderín del córner, que tenía la bandera de Gran Bretaña, mientras lo despedían 70.000 ingleses al grito de “animals, animals”, tal como los habían empezado a llamar a los argentinos por esas tierras.

 Año ´82, el equipo campeón del ´78, más el refuerzo del Diego, descubre en España las mentiras propagadas por la dictadura militar respecto a cómo acontecía la Guerra de Malvinas. Los cuerpos pagan el costo de una política. Cuatro años después, un decálogo de simbología maradoniana: la mano de dios y el mejor gol de la historia de los mundiales.

 ¿Alguien puede despegar estos acontecimientos, efectuados desde el contacto con un balón de fútbol, perpetrados a través de la destreza de alguien que desde los suburbios, desde el aura de los postergados, se carga encima la historia de un país para invertir la dirección de la humillación, para hacer sentir que bajo una casaca transpirada reside algo, un tufillo de dignidad que se politiza en un grito que hace comunidad por unos segundos? -pero qué distinta sería la vida sin esos segundos, qué distinto se contarían las cosas sin ese toque de pasión, de irracionalidad, sin el instante en el que la red tensionada se trastorna de su propia imagen cristalizada. Decíamos… ¿Alguien puede despegar estos acontecimientos de nuestra Historia nacional?

 Decimos que el fútbol es importante más allá de lo que nombramos como “fútbol profesional”. Ningún relevamiento respecto a lo que implicaron los lugares públicos de nuestra ciudad podría omitir la historia de los potreros y su disolución. Aquí enlazamos una vez más el barro y la Historia.

 Además el “para todos” del fútbol depende de la política de los Gobiernos, sino lo público se transforma en “ver sólo al público”. Pero señalamos algo: hay una violencia, una desmesura cubierta con residuos de marketing político, que encuentra su escenario en el fútbol. Que se hace ver allí. ¿No es acaso un analizador de la ciudad que haya sido imposible jugar los últimos clásicos pautados? ¿Y esa violencia, no nos genera preguntas?

 El fútbol fue una de las pocas instituciones que, a su manera, resistió a los ´90, al menos, conservando
 la masividad, lo populoso. A su vez, desde allí se repite la consabida frase de que sólo se trata de un negocio. Nadie niega este aspecto, pero reducir el fútbol a un negocio, y decirlo desde la Universidad sería tremenda hipocresía. La permeabilidad al mercado a través de la industria de los medicamentos en “lo universitario” acumula puntos en el PBI nacional. El negocio del fútbol, en comparación, parece sólo una cuestión de monedas.

 No desconocemos la complejidad, ni la permeabilidad a las estructuras del narcotráfico en algunas tribunas. Pero señalemos: no es algo obvio esto que sucede en el fútbol, razón que nos permite suspender los prejuicios en función de relanzar las preguntas junto a los protagonistas y junto al público que asista, porque justamente, algo singular del fútbol, es que el protagonismo es de todos.

 Participa: el “Patón” Guzman (NOB), “Chiri” Colusso (RC), Guille Formica (CC), Kurt Lutman (Nob)

miércoles, 2 de octubre de 2013

Texto de la Masotta leído en la Jornada de Derechos Humanos Memoria y Presente.


¿Qué se precisa para homenajear a nuestros compañeros ausentes, aquellas vidas singulares,  intransferibles: alumnos de la casa, psicólogos, militantes políticos, amigos, novios, hijos, padres?  

¿Qué es acaso un homenaje? ¿De qué se tratan las identidades políticas con las que tanto hemos insistido? ¿Se trata de nuestra identidad? ¿Se trata de la de ellos? O es que quizás hay una hiancia, un entre, un entre-nosotros. Íntimo. En silencio. 

Nuestros compañeros pensaron en los que venían, y se imaginaron un mundo distinto. Y con esa imagen, esa causa, se jugaron la vida. 

Nosotros nos criamos después de esa encrucijada, de esa vuelta que fue de derrota. Ante el horror, ante el silencio. 

¿Qué bocas podían gritar tanto dolor?

Había que caminar, circular alrededor de un simbolismo, de una plaza que encerraba otras promesas para la Historia Argentina. 

La recepción primera fue cargada con todo ese horror. Un relato que comenzaba en el '76, o en el '74, pero que dejaba por fuera toda la historia anterior. El horror en una temporalidad exterior al tiempo, que hacía desaparecer palabras, trozos de verdades que circulaban en un tejido social vapuleado, dañado por la profundización de las mismas políticas neoliberales que implantaron con el Golpe civiles y militares.

Erradicaciones programadas, pero que no hicieron más que poner en marcha una memoria que no olvida, ni perdona. ¿A quién? ¿Acaso alguien pidió perdón?

“El límite de esta democracia es el terror”, dijo León Rozitchner a finales de los '80. 

En esa época, Paco Urondo no fue incluido en el informe de la Conadep. Su militancia contrastaba con la figura del desaparecido des-historizado, al que se le borraba la identidad, tanto en lo personal como en lo concerniente a lo político. 

Si bien estaba en juego proteger a los sobrevivientes de lo que no se sabía que podía venir, lo que circuló como marca fue la teoría de los dos demonios, diseminando el “por algo será” -propaganda oficial de la dictadura para promover la delación en la ciudad.

Con el antecedente de los Juicios a las juntas, llegaron las leyes de Obediencia Debida y Punto Final. En los '90, los indultos. Compartir las calles con las sombras. Alfredo Bravo y Miguel Etchecolatz en un programa de televisión. A la par, los medios de comunicación cómplices de la dictadura manifestaban apoyar las banderas de los DDHH.

Madres, Abuelas, Hijos, nietos… los sobrevivientes, los ex presos, construyeron una acumulación que tendió puentes generacionales e instó a la población a participar contra el olvido y el silencio. Sin este testimonio, sin esta militancia, la "verdad oficial” se habría impuesto.

Esta acumulación permitió que a partir del año 2003  las leyes del olvido fueran depuestas bajo el gobierno de Néstor Kirchner, quien desde su discurso inaugural en la presidencia, se reconoció como miembro de la generación que hoy estamos homenajeando. 

Esto implicó un marco de legalidad vehiculizada a través de los juicios, lo que generó condiciones para el retorno de una gestualidad simbólica: en el hecho de bajar el cuadro de Videla, en la acción de recuperar los espacios que testimoniaban lo sucedido, en el accionar de una política de la memoria en las escuelas. Mientras que los familiares y los compañeros comenzaron a agregar junto al nombre propio el ámbito de militancia en los recordatorios a las víctimas del terrorismo de Estado.

Sería impensado esto sin algo del desalojo del terror en nuestros cuerpos.

En este período, los organismos de Derechos Humanos tuvieron y tienen un protagonismo político por fuera del lugar de “museo viviente” que ciertos discursos quisieron asignarles. Esto trajo costos.

El retorno no fue sólo de las cosas positivas. La desaparición de Julio López, el asesinato de Silvia Suppo, las constantes amenazas, las embestidas a las Madres y a las Abuelas. El retorno de una memoria que reintroduce la teoría de los dos demonios en el campo de lo mediático, recuperando aquello que diseminaron en la sociedad argentina a partir de las publicaciones oficiales y anónimas de aquellos nefastos años.

Combates por la memoria. Tiempo donde convergen retornos distintos. Donde los lenguajes coagulados ayudan a que se cierren los oídos, cuando más que nunca es necesario que estos se abran. Porque el sentido de aquellos años está en el centro de la disputa actual por el modelo de país.

Antes del horror existió un modo de construcción en lo sindical, en lo territorial, y en la universidad, una acumulación crítica, un modo de praxis política, que aún permanece en reserva. Que aún nos interpela.
Homenajeamos la vida de nuestros compañeros, porque los reconocemos… los reconocemos en una proeza que no queremos que quede en la nada…

Creemos que reivindicar el lugar de militantes políticos de los compañeros es recuperar la voluntad transformadora de toda una generación y proyectarla en nuestro futuro.

Para cerrar queremos leerles el poema “Otra Cosa” de Francisco Urondo:

Queridos hijitos, su papá poco sabe de ustedes
y sufre por esto. Quiere ofrecer un destino
luminoso y alegre, pero no es todo
y ustedes saben:
las sombras,
las sombras,
las sombras,
las sombras,
me molestan y no las puedo tolerar.

Hijitos míos, no hay que ponerse tristes
por cada triste despedida:
todas lo son, es sabido,
porque hay otra partida, otra cosa,
digamos,
donde nada,
nada
está resuelto.